Pareciera que un Titán se hubiese escapado del inframundo y ascendiera a la tierra para encerrarla entre sus manos, y así dejar al pequeño pueblo en una oscuridad, nunca antes vista. Esta oscuridad entristecía el alma de Pedro, un humilde colono que vivía en los terrenos de Don Juan Carlos Mondragón Santamaría de la Garza. Don Juan un hombre con muchos
nombres, supuestamente de muy buena familia, quienes habían emigrado de algún lugar de España y se habían establecido en la campiña salvadoreña. Don Juan era la tercera o cuarta generación que había nacido en el pequeño país del istmo centroamericano ya había perdido completamente su acento español, pero sus tradiciones aún seguían arraigadas dentro de él, a sus 47 años Don Juan aun creía que las clases sociales eran la única diferencia entre el ser humano y el mono, él y todos los de su color eran el ser humano y todos los demás (los prietos como él les llamaba), eran los monos. Además de creer como todos sus antecesores, que lo que vivía y crecía en sus tierras era de su propiedad, y podía disponer de estos a su antojo.
El color de la piel de don Juan Carlos era igual que la de todos sus colonos, aunque el dentro de su imaginación, despotismo y la cantidad de dinero que su familia había amasado durante muchos años, le hacía creer que el color de su piel era diferente a todos los que la fortuna había dado la espalda, aunque él vivía del pasado, el dinero se había esfumado por los malos manejos y los placeres carnales que su padre y el habían abusado a lo largo de los años.
—Hay mujer ahora que salí de trabajar pase por la casa del patrón Don Juan Carlos, y me pidió que para mañana le tenemos que llevar a la niña, me dijo que como ya tuvo su primer período, dice que tenemos que llevársela a la casa grande. Y como voz sabes eso tenemos que hacerlo todos los colonos, voz ya pasaste por lo mismo.
Los delirios de Minerva, una historia fuera de lo común. Un libro para una audiencia adulta, donde el lector encontrara: abusos, muerte, dolor, sufrimientoy muc has cosas más… Discreción es requerida.
Autor: J. Albano Joya
Corrección: Alma Muñoz
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Si los sueños no se pierden, pronto estará disponible